Tras la ventana se divisaba un cielo gris, con largas nubes oscuras. A Traducción - Tras la ventana se divisaba un cielo gris, con largas nubes oscuras. A español cómo decir

Tras la ventana se divisaba un ciel

Tras la ventana se divisaba un cielo gris, con largas nubes oscuras. Aún no llovía, pero el color pegajoso, la calma espesa, anunciaban la tormenta. Las golondrinas volaban casi a ras de la tierra. En la habitación entraba el olor de mar, del puerto. Y una húmeda asfixia que baja- ba por las callecitas de San Telmo hasta kale Nagusia.
Zazu se miró al espejo. Tenía la piel suave, mate. Los hombros y el rostro, morenos por el sol. «Tal vez hubiera sido hermosa.» Una gran tristeza la llenaba. Una gran amargura, un dolor agudo y oculto subía lentamente a su garganta. «Tal vez ya no sea hermosa.» En la casa de enfrente, al otro lado de la calle, vivía Lore. El balcón estaba abierto. Lore tocaba el piano, y las notas torpes, indecisas, llegaban a los oídos de la hija de Kepa. Las notas, retardadas, se clavaban en el corazón de Zazu. «Cuando suena un piano, ocurra lo que ocurra, sólo puedo oír aquellos sonidos desarticulados y absurdos que él arrancaba. Cuando oigo tocar el piano a alguien, es únicamente aquella tarde lo que oigo. Aquella tormenta, la que oigo. Aquel miedo.» Zazu apretó sus manos, una contra otra. «Ojalá cesara esa música estúpida. Ojalá se parali- cen esas manos estúpidas.» Zazu huyó del espejo. Contempló pensativamente el retrato de Augusto. «Tiene cara ridícula.» Se acercó de nuevo a la ventana y miró al cielo. «Nadie ha encontrado nunca mi corazón. El corazón es algo extraño, algo lejano, algo que no se puede alcanzar. Nadie ha encontrado jamás mi corazón. Ni yo misma.» Pero el dolor estaba allí, en el corazón, agazapado, traidor. «Mi corazón y yo crecimos extrañamente.» Zazu intentó sere- nar sus pensamientos. «Deseo verle, no más que a otros. Deseo verle, como he deseado ver a otros. No de otra manera. Esto pasará. Esto no tiene importancia.» Zazu intentó sonreír, pero en sus labios había una’ amargura nueva y dura. «Mi orgullo. Se trata de mi orgullo. Mirentxu no puede arrebatármelo. Esto es lo único que pasa. No puedo consentirlo. He de darle una lec- ción a esa vieja romántica. Lo recuperaré. No me costará. Lo recuperaré.» La respiración de Zazu dolía dentro del pecho. «Cuando vuelva a tenerlo me complacerá mucho despreciarle, delante de esa pobre solterona enamorada. * Zazu salió de la habitación. Al bajar la escalera, crujían los peldaños bajo sus sandalias infantiles. Sin saber por qué, instintivamente, Zazu lev- antaba apenas el borde de su falda. Zazu no sabía por qué hacía eso. Muy a menudo, al bajar la escalera, repetía aquel ademán. Abajo, desde el fondo oscuro del cuadro, los ojos de Aránzazu Antía la miraban. Zazu había contemplado muchas veces el rostro de su madre. Zazu miró la placidez de aquellas manos blancas. «No nos parecemos. Tal vez, si ella viviera, no nos comprenderíamos.» En lo profundo, Zazu prefería que hubiera muerto. «Sólo me ha llegado de ella el anticuado ademán de recogerme la falda al bajar la escalera.» Zazu se acercó al retrato, con mirada pensativa, interrogante. «¿Qué habría pensado de un hombre como Marco?» Zazu se apartó del retrato de su madre. Una tristeza blanda llegó hasta su mirada. «A lo mejor se hubiera enamorado de él.»
Al volverse, Zazu se detuvo. Kepa, en la puerta, la estaba contemplando.
Kepa hubiera querido acercarse a ella, preguntarle cosas. «¿Por qué miras el retrato de tu madre?» Kepa, tal vez, hubiese querido decir muchas cosas. «Yo no sé qué es lo que buscas. Tal vez tu madre hubiera entendido a tu pobre, a tu solitario corazón. A veces, Zazu, tengo miedo. Tengo remordimientos. A veces, pienso que no he sido bueno para ti.»
Inesperadamente Zazu se acercó a él y le abrazó. Sus caricias eran casi siempre intempes- tivas y le sobresaltaban. Sintió los brazos de su hija, unos brazos duros y nerviosos, que le apretaban el cuello, haciéndole daño. Kepa los apartó de sí, con un pequeño gruñido.
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Tras la ventana se divisaba un cielo gris, con largas nubes oscuras. Aún no llovía, pero el color pegajoso, la calma espesa, anunciaban la tormenta. Las golondrinas volaban casi a ras de la tierra. At la habitación entraba el olor de mar, del puerto. Y una húmeda asfixia baja-ba por las callecitas de San Telmo hasta kale Nagusia.Zazu se miró al espejo. Tenía la piel suave, mate. Los hombros y el rostro, morenos por el sol «Tal vez hubiera sido hermosa.» Una gran tristeza la llenaba. Una gran amargura, un dolor agudo y oculto subia lentamente a su garganta. «Tal vez ya no sea hermosa.» En la casa de enfrente, al otro lado de la calle, reeditábamos Lore. El balcón estaba abierto. Lore Percussionist el piano, y las notas torpes, indecisas, llegaban a los oídos de la hija de Kepa. Las notas, retardadas, se clavaban en el corazón de Zazu. «Cuando suena un piano, ocurra lo ocurra, sólo puedo oír aquellos sonidos desarticulados y absurdos él arrancaba. Cuando oigo tocar el piano a alguien, es únicamente aquella tarde lo oigo. Aquella tormenta, la oigo. Aquel miedo.» Zazu apretó sus manos, una contra otra. «Ojalá cesara esa música estúpida. Ojalá se parali-cen esas manos estúpidas.» Zazu huyó del espejo. Contempló pensativamente el retrato de Augusto. «Tiene cara ridícula.» Se mínio de nuevo a la ventana y miró al cielo. «Nadie ha encontrado nunca mi corazón. El corazón es algo extraño, algo lejano, algo que no se puede alcanzar. Nadie ha encontrado jamás mi corazón. Ni yo misma.» Pero el dolor estaba allí, en el corazón, agazapado, traidor. «Mi corazón y yo crecimos extrañamente.» Zazu intentó sere-nar sus pensamientos. «Deseo verle, no más que a otros. Deseo verle, como deseado ver a otros. No de otra manera. Esto pasará. Esto no tiene importancia.» Zazu intentó sonreír, pero en sus labios había una' amargura nueva y dura. «Mi orgullo. Se trata de mi orgullo. Mirentxu no puede arrebatármelo. Esto es lo único pasa. No puedo consentirlo. De lec para la una darle ción de-una romántica de esa vieja. Lo recuperaré. No me costará. Lo recuperaré.» La respiración de Zazu dolía dentro del pecho. «Cuando vuelva a tenerlo me complacerá mucho despreciarle, delante de esa pobre solterona enamorada. * Zazu salió de la habitación. Al bajar la escalera, crujían los peldaños bajo sus redsewingbox infantiles. Pecado saber por qué, instintivamente, Zazu lev antaba apenas el borde de su falda. Zazu no sabía por qué hacía eso. Muy a menudo, al bajar la escalera, repetía aquel ademán. Abajo, desde el fondo oscuro del cuadro, los ojos de Aránzazu Antía la miraban. Zazu había contemplado muchas veces el rostro de su madre. Zazu miró la placidez de aquellas manos blancas. «No nos parecemos. Tal vez, si ella viviera, no comprenderíamos de nos.» En lo profundo, Zazu prefería hubiera muerto. «Sólo me ha llegado de ella el anticuado ademán de recogerme la falda al bajar la escalera.» Zazu se mínio al retrato, con mirada pensativa, interrogante. «¿Qué habría pensado de un hombre como Marco?» Zazu se apartó del retrato de su madre. Una tristeza blanda llegó hasta su mirada. «A lo mejor se hubiera enamorado de él.»Al volverse, Zazu se detuvo. Kepa, en la puerta, la estaba contemplando.Kepa hubiera querido acercarse a ella, preguntarle cosas. «¿Por qué miras el retrato de tu madre?» Kepa, tal vez, hubiese querido decir muchas cosas. «Yo no sé qué es lo solo. Tal vez tu madre hubiera and un pobre tu, a tu solitario corazón. A veces, Zazu, tengo miedo. Tengo remordimientos. A veces, pienso que no hay sido bueno para ti, de.»inesperadamente Zazu se mínio a él y le abrazó. Sus caricias eran casi siempre intempes-tivas y le sobresaltaban. Sintió los brazos de su hija, unos brazos duros y nerviosos, le apretaban el cuello, daño de la colección. Kepa los apartó de sí, con un pequeño gruñido.
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Tras la ventana se divisaba gris Cielo de la ONU, con Largas nubes oscuras. Aun no llovia, Pero el color el pegajoso, la calma espesa, anunciaban la tormenta. Las golondrinas volaban casi un ras de la tierra. En la habitación ¿entraba el olor de mar, del puerto. Y Una húmeda asfixia Que Baja- por ba las callecitas de San Telmo Hasta kale Nagusia.
Zazu se miró al espejo. Tenia la piel suave, amigo. Los Hombros y El Rostro, morenos por el sol. «Tal Vez Hubiera Sido hermosa.» Una gran tristeza la llenaba. Amargura gran Una, la ONU dolor agudo y oculto Subía Lentamente un su garganta. «Tal Vez Ya No hermosa del mar.» En la casa de enfrente, Al Otro Lado de la calle, Vivia Lore. El balcón ESTABA abierto. Lore tocaba el piano, y Las Notas torpes, indecisas, llegaban a los Oídos de la hija de Kepa. Las Notas, retardadas, se clavaban en el Corazón de Zazu. «De Cuando suena un piano, lo ocurra Que ocurra, Solo puedo Oír Aquellos sonidos desarticulados y absurdos Que El arrancaba. De Cuando oigo tocar el piano a alguien, es unicamente Aquella tarde Lo Que oigo. Aquella tormenta, La que oigo. Aquel miedo. »Zazu apretó SUS manos, otra contraindicación Una. «Ojalá Cesara ESA música estúpida. Ojalá se parali- cen AEE manos estupidas. »Zazu Huyo del espejo. Contempló pensativamente el retrato de Augusto. «Tiene ridícula Cara.» Se Acerco de nuevo a la ventana y miró al cielo. «Nadie ha Encontrado Nunca mi corazón. El corazón es algo extraño, algo lejano, algo Que No Se Puede Alcanzar. Nadie ha Encontrado Jamás mi corazón. Ni yo misma. »Pero el dolor ESTABA ALLI, en el Corazón, agazapado, traidor. «Mi yo crecimos y corazon extrañamente.» Zazu Intento sere- nar SUS Pensamientos. «Deseo Verle, sin Más Que una Otros. Deseo Verle, Como él Deseado ver un Otros. No de Otra Manera. Pasará Esto. Esto No Tiene Importancia. »Sonreír Zazu Intento, but En sus labios Habia Una 'amargura nueva y dura. «Mi orgullo. Se Trata de mi orgullo. Mirentxu no arrebatármelo PUEDE. Esto Es Único lo pasa que. No puedo consentirlo. Él de Darle Una LEC ción de un ESA vieja romántica. Lo Recuperare. No me costará. Lo Recuperare. »La Respiración de Zazu Dolia Dentro del pecho. «De Cuando Vuelva a tenerlo me complacerá Mucho despreciarle, Delante de la ESA pobre solterona enamorada. * Zazu salio de la habitación. Al bajar la escalera, crujían los PELDAÑOS bajo SUS sandalias infantiles. Sable Sin Qué por, instintivamente, Zazu Lev- antaba Apenas el Borde de su falda. Zazu sin Sabia Por Qué Hacia eso. Muy a Menudo, al bajar la escalera, ademán Aquel repetía. Abajo, desde el fondo oscuro del cuadro, los ojos de Aránzazu Antía la miraban. Zazu habia Contemplado Muchas Veces Madre El Rostro de su. Zazu miró la placidez de Aquellas manos blancas. «No Nos parecemos. Tal Vez, Viviera ella si, No Nos comprenderíamos. »En lo profundo, Zazu prefería Que Hubiera muerto. «Sólo me ha Llegado de ella el anticuado ademán de recogerme la falda al bajar la escalera.» Zazu se Acerco al retrato, pensativa con mirada, interrogante. «¿Qué habria Pensado de Un hombre de Como Marco?» Madre Zazu se Aparto del retrato de su. Una blanda tristeza Llegó Hasta su mirada. «A lo mejor sí Hubiera enamorado de el.»
Al volverse, Zazu se detuvo. Kepa, en la puerta, la ESTABA Contemplando.
Querido Hubiera Kepa ACERCARSE A Ella, preguntarle Cosas. «Miras ¿Por Qué el retrato de tu madre?» Kepa, tal Vez, hubiese querido Decir Muchas Cosas. «Yo no se que es Lo Que Buscas. Tal Vez tu madre Hubiera Entendido a tu pobre, a tu Corazón solitario. A Veces, Zazu, tengo miedo. Tengo remordimientos. A Veces, pienso Que No se ti bueno Sido párr.
»Inesperadamente Zazu se Acerco a El y le abrazo. Sus caricias Eran casi siempre intempes- TIVAS y le sobresaltaban. Sintio los brazos de su hija, UNOS brazos duros y nerviosos, Que le apretaban el cuello, Haciéndole Daño. Kepa los Aparto de sí, con Un pequeño gruñido.
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Tras la ventana se divisaba un cielo gris, con largas nubes oscuras.AU 'n no llovi ́ * A, pero el color pegajoso, la calma espesa, anunciaban la tormenta.Las golondrinas volaban casi a ras de la tierra.En la habitacio 'n entraba el olor de mar, del puerto.Y una Hu no MEDA asfixia que baja - ba por las callecitas de San Telmo hasta Kale Nagusia ".
Zazu se miro al espejo.Teni 'a la piel suave, amigo.Los hombros y el rostro, morenos por el sol.« tal vez hubiera sido hermosa. » una gran tristeza la llenaba.Una gran amargura, un dolor agudo y oculto subi ́ un lentamente a su garganta.« tal vez ya no sea hermosa. » en la casa de enfrente, al otro lado de la calle, Vivi 'un Lore.El Balco n estaba abierto.Lore tocaba el piano, y las notas torpes, indecisas,Llegaban a los oi 'dos de la hija de Kepa.Las notas, retardadas, se clavaban en el corazo 'n de Zazu.« cuando suena un piano, ocurra lo que ocurra, asi que no lo puedo oi 'r aquellos sonidos desarticulados y absurdos que e' l arrancaba.Cuando oigo tocar el piano a alguien, es u 'únicamente aquella tarde lo que oigo.Aquella tormenta, la que oigo.Aquel miedo. » Zazu apreto en sus manos, una contra otra.« Ojala ́ ́ ́ cesara esa mu SICA estu pida.Ojala no se Parali - cen esas manos estu, pidas. » Zazu huyo "del espejo.Contemplo ́ pensativamente el retrato de Augusto.« tiene cara Ridi ́ * cula. » se acerco 'de nuevo a la ventana y miro' al cielo.« Nadie ha encontrado nunca mi corazo 'n. El corazo' n es algo extran - Oh, algo lejano, algo que no se puede alcanzar.Nadie ha encontrado JAMA es mi corazo 'n. Ni yo misma. » pero el dolor estaba alli', en el corazo 'n, agazapado, traidor.« mi corazo 'n y yo crecimos extran - amente. » Zazu intento no sere - nar sus pensamientos.« deseo verle, no ma 's que a otros.Deseo verle, como ha deseado ver a otros.No de otra manera.Esto pasara ".Esto no tiene importancia. » sonrei Zazu intento ́ ́ R,Pero en sus labios habi 'a una' amargura nueva y dura.« mi orgullo.Se trata de mi orgullo.Mirentxu no puede arrebata ́ rmelo.Esto es lo u 'nico que pasa.No puedo consentirlo.Lo de darle una lec - cio n a esa vieja Roma ́ atlántica.Lo recuperare ́.No me costara ́.Lo recuperare ́. » la respiracio n de Zazu Doli ́ una dentro del pecho.« cuando vuelva a tenerlo conmigo complacera ́ mucho despreciarle,Delante de esa pobre solterona enamorada.* Zazu salio 'de la habitacio' n. Al bajar la escalera, cruji ́ un los peldan - os bajo sus sandalias infantiles.Sin saber por que ", instintivamente, Zazu Lev - aNtaba apenas el borde de su falda.Zazu no sabi ́ ́ ́ haci por que eso.Muy a menudo, al bajar la escalera, repeticiones ́ un aquel Adema ́ n. Abajo, desde el fondo oscuro del cuadro,Los ojos de Ara ́ ́ nzazu contra la miraban.Zazu habi 'a contemplado muchas veces el rostro de su madre.Zazu miro 'la placidez de aquellas manos blancas.« no nos parecemos.Tal vez, si ella viviera, no nos comprenderi ́ * amos. » en lo profundo, Zazu preferi ́ que hubiera muerto.« Así que "lo que me ha llegado de ella el anticuado Adema n de recogerme la falda al bajar la escalera.» Zazu se acerco ́ al retrato, con mirada pensativa, interrogante.¿«¿ que no habri 'a pensado de un hombre como marco?» Zazu se hermosa "del retrato de su madre.Una tristeza blanda llego 'hasta su mirada.« a lo mejor se hubiera enamorado de e 'L. »
al volverse, Zazu se detuvo.Kepa, en la puerta, la estaba contemplando.
Kepa hubiera querido celebró un ella, preguntarle cosas.¿«¿ por que no miras el retrato de tu madre?» Kepa, tal vez, hubiese querido decir muchas cosas.« Yo no se 'que' es lo que buscas.Tal vez tu madre hubiera entendido a tu pobre, y a tu solitario corazo 'n. A veces, Zazu, tengo miedo.Tengo remordimientos.A veces, pienso que no ha sido bueno para ti. »
inesperadamente... Zazu se acerco 'a e' l y le abrazo ".Sus caricias eran casi siempre intempes - tivas y le sobresaltaban.Sintió en los brazos de su hija, unos brazos duros y nerviosos, que le apretaban el cuello, hacie 'ndole dan - O. Kepa los hermosa "de si no, con un pequen São Grun - ido.
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